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Carta en una botella (?)

 L.S., Ha pasado más de un mes desde la última vez que estuve aquí. Para serte franco, dude siquiera en volver, pues siempre he tratado de leerte lo mejor que puedo, aunque nuestros lenguajes difieran tanto que nos hace indistinguibles y borrosos el uno al otro. He lanzado cuantos tiros he podido desde el día en que me dijiste "shot me", y aún así, cada bala ha sido esquivada con precisión y celeridad. Con una destreza quirúrgica. A la larga, eso me hace pensar... "¿Siempre piensas todo tanto?" Sí, lo hago.  "Porqué siempre sobre piensas todo conmigo..." Porque los pensamientos son lo único que me queda, los sentimientos, me toca guardarlos en una caja bajo llave; que se escapan en la brevedad de un mensaje esperando saber cómo estás, en una canción de una playlist que ya no existe. Y luego, bueno, luego van y desafallecen en un rincón sin saber siquiera si hay el más mínimo grado de correspondencia. Pero yo sé que no puedo pedir correspondencia, L. Yo sé,...

Carta en una botella...

 Querida L.S., Ha pasado casi un mes desde la última vez que te escribí, nuevamente la distancia se hace inconmensurable. Poseído por el espíritu del orgullo dejé pasar la mayor cantidad de tiempo posible, pero a la final, siempre vuelvo, aun cuando reduzco la distancia y no puedo alcanzar siquiera a tu sombra. ¿Qué pasaría si un demonio apareciese y te dijera que toda tu vida sucederá de nuevo, exactamente igual que como ya ha sucedido? No es una pregunta nueva, el Eterno Retorno y la idea del mismo siempre se ha desplazado por la cabeza de los hombres, antes de Nietzsche, antes de cualquier otra idea. Si todo es un ciclo ¿Elegiremos nuevamente lo que fuimos? A sabiendas del azar, de los caminos y del desenlace, ¿Tomaríamos nuevamente el mismo camino? Conociendo el final ¿Nos elegiríamos de nuevo para ese momento efímero que fuimos? "Siempre piensas mucho las cosas..." pero si no lo hago ¿Qué me queda? En el caso de nosotros, la respuesta es: No me queda absolutamente nada. ...

Carta en una botella 4

 L.S, Hoy he vuelto frente a la pantalla, con el corazón estrechado al cerebro y la razón en la dominancia de aquello que no es cognoscible. No he hecho sino eso, pensar en vez de sentir, y aún así, mis pensamientos también van hacia ti, aunque con distintas formas. Te lo pregunté hace poco ¿Por qué seguir leyéndome? Pero, también en mis profundidades, la pregunta giró hacia mí ¿Por qué seguir escribiendo? Quien escribe proyecta sobre el papel, nadie que haya plasmado algo realmente ha sido dueño de aquello que escribió; fuera de los odiosos libros posmodernos de autoayuda o demás despropósitos, cada novela, cada poemario, cada ensayo, no le ha pertenecido nunca a su autor. Quienes escribimos somos posesión de lo que escribimos, somos esclavos de nuestras ideas y anhelos, somos inconscientemente arrastrados por ellos hasta que toman la forma de historias o cartas y eso, L., eso me asusta muchísimo.  Te preguntarás el porqué de aquel temor, de aquella huella del miedo, de aquel...

Carta en una botella 3

 L.S., No confundas la ausencia de adjetivación como falta de amor, al contrario: es el amor lo que me mantiene acá, pero en sí mismo, es lo que me mantiene dando vueltas a muchos pensamientos. A veces las corrientes nos llevan a transitar sobre nuestro propio eje, haciéndonos cuestionar lo fundamental en nosotros, pero ¿Qué pasa cuando ese cuestionamiento gira no sólo sobre sí mismo sino alrededor del único hecho inexplicable que hemos vivido? A veces me veo orbitando alrededor de las estrellas negras de sistemas que han muerto, como en el que estamos tú y yo; atraídos por la gravedad de recuerdos y sensaciones, dando vueltas alrededor de algo que a veces creo, sólo reposa en mí, mientras todo se sigue difuminando. Heme aquí, en una baliza a la deriva, perdido en el espacio de tus curvas, en las ondulaciones de tu voz; heme aquí, siempre en tu espacio, con tus leyes de la física, atado a ti inexorablemente. No sé cuánto más resistiré en esta deriva. Tuyo, siempre. S.

Carta en una botella 2

Amada L.S., Freud decía que todos tenemos una tendencia a la repetición, que en un ciclo constante siempre bajaba sobre nosotros, haciéndonos caer tanáticamente en patrones y situaciones, vez tras vez. No soy un santo, pero he hecho de todos mis pecados los cimientos de algo al menos más amable para mí y para todos, en la medida de lo posible. Sin embargo, heme aquí, en el círculo de lanzar botellas al mar, esperando que las recibas, esperando saber qué piensas o qué sientes, a sabiendas de que lo más seguro es que no lo sabré. Aferrándome con uñas y dientes a imágenes mentales que se difuminan cada vez más, planeando por encima de nuestros propios recuerdos como si fuese una parvada de cuervos: alimentándome de ellos, mientras miro con tensa profundidad lo que a veces no reconozco como el cadáver de un amor. ¿Acaso eso hemos llegado a ser sólo eso? Una sombra, un cadáver, un recuerdo. ¿Acaso se ha apagado cada llama y cada incendio de lo que fuimos? Sólo nos quedarán cenizas y algunas...

Carta en una botella 1

 Amada L.S. Si supiera siquiera por donde comenzar, hubiese hecho esto con mucha más antelación, pero las palabras se me escapan con la misma frecuencia que tú apareces en mis sueños. Casi cada noche te veo y durante casi tres años ya, esa ha sido una carga con la que he aprendido a lidiar, la mayor parte del tiempo. Es casi imposible para mí definir que tanto te presentas en mi mente, con una frecuencia casi invariable y constante, pero efímera, como si fueses esa brisa imperceptible, aquella que mece los árboles lo suficiente para que sepas que está ahí, pero no con la suficiente fuerza para que te cale los huesos; no con la suficiente fuerza para que me empuje a un mensaje, la mayoría de ellos cuando ocurren impulsados por la brisa que se convierte en un viento huracanado, que me deja en el ojo de una tormenta que se siente como el tacto de tu piel, que tiene el aroma de tu cabello cuando te abrazaba y que me deja con la misma sensación de extrañeza y familiaridad -paradójicamen...