Carta en una botella (?)
L.S.,
Ha pasado más de un mes desde la última vez que estuve aquí.
Para serte franco, dude siquiera en volver, pues siempre he tratado de leerte lo mejor que puedo, aunque nuestros lenguajes difieran tanto que nos hace indistinguibles y borrosos el uno al otro.
He lanzado cuantos tiros he podido desde el día en que me dijiste "shot me", y aún así, cada bala ha sido esquivada con precisión y celeridad. Con una destreza quirúrgica. A la larga, eso me hace pensar...
"¿Siempre piensas todo tanto?"
Sí, lo hago.
"Porqué siempre sobre piensas todo conmigo..."
Porque los pensamientos son lo único que me queda, los sentimientos, me toca guardarlos en una caja bajo llave; que se escapan en la brevedad de un mensaje esperando saber cómo estás, en una canción de una playlist que ya no existe. Y luego, bueno, luego van y desafallecen en un rincón sin saber siquiera si hay el más mínimo grado de correspondencia.
Pero yo sé que no puedo pedir correspondencia, L.
Yo sé, soy consciente y tajante conmigo mismo: es una descompostura de nuestra propia naturaleza limítrofe pedirnos cualquier tipo de correspondencia, pero aún así, lo hago. Espero.
Termino siendo el mismo que esperaba un mensaje.
¿Cuánto del amor que hubo seguirá en ti, en mí, en nosotros? Tal vez nada. Tal vez todo.
Tal vez, esté allí: agazapado en el rincón de los mensajes sin respuesta, de las respuestas que sólo pensamos, de las cosas que ya no decimos, de las cosas que ya no sabemos.
Sé que es probable que sea uno más, alguien más. Un humano más.
Soy consciente de ello también, pero, como me gustaría no estar en esa lista de los "Uno más". Cómo quisiera estar en la lista de "Fue algo más", pero sé cuan improbable eso es.
"Algún día daré la vuelta y me iré corriendo, eso lo sabes ¿Verdad?"
Lo supe entonces, lo sé ahora.
Nunca podré correr más rápido que tú.
Te lo dije entonces, te lo digo ahora. Tres veces más te lo digo.
Creo que no te alcanzaré jamás.
No tengo el más mínimo derecho de pedirte nada, y aún así, te sigo pidiendo de ti.
Sé el principio de injusticia con el que obro, no sólo para ti, sino para todos los que nos rodean.
Pero heme aquí...terco, banal.
Heme aquí, disparando otra vez, con los casquillos volando de un lado a otro. Con el humo que huele a ti, saliendo de la boca de un cañón hecho de níquel, acero y recuerdos.
Disparando.
Una.
Dos.
Cien veces.
Lo siento, L.
No sé cuantas balas me queden.
S.
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