Carta en una botella 1
Amada L.S.
Si supiera siquiera por donde comenzar, hubiese hecho esto con mucha más antelación, pero las palabras se me escapan con la misma frecuencia que tú apareces en mis sueños. Casi cada noche te veo y durante casi tres años ya, esa ha sido una carga con la que he aprendido a lidiar, la mayor parte del tiempo.
Es casi imposible para mí definir que tanto te presentas en mi mente, con una frecuencia casi invariable y constante, pero efímera, como si fueses esa brisa imperceptible, aquella que mece los árboles lo suficiente para que sepas que está ahí, pero no con la suficiente fuerza para que te cale los huesos; no con la suficiente fuerza para que me empuje a un mensaje, la mayoría de ellos cuando ocurren impulsados por la brisa que se convierte en un viento huracanado, que me deja en el ojo de una tormenta que se siente como el tacto de tu piel, que tiene el aroma de tu cabello cuando te abrazaba y que me deja con la misma sensación de extrañeza y familiaridad -paradójicamente- que siempre tuve contigo.
La última vez que hablamos, me dijiste que siempre pensaba mucho las cosas, y sí, sé que lo hago. Me sumerjo en una espiral de sobrepensamientos que en ocasiones hace que florezcan cosas maravillosas y en otras ocasiones, hace que las malas hierbas crezcan por toda mi mente, ahogándome entre las espinas de cosas que sé que no debería pensar.
A veces pienso mucho en nosotros, pienso que no te dije suficientes veces cuanto te amé -o te amo-, nunca te dije gracias las suficientes veces por todo lo que me hiciste ver de mí y del mundo, que a ciencia cierta, me ha servido para llegar hasta donde estoy hoy, no te dije lo suficiente que hay expresiones sencillas que me recuerdan a ti casi a diario, que no puedo decir "perre malparide" sin sonreír para mis adentros, que cuando alguien hace algo que debería ser obvio modulo la voz como tú y digo "más te vale, marrana" y una sensación de añoranza y agradecimiento baila en mi interior; nunca te pedí las suficientes disculpas por las cosas que te pude causar y tampoco te dije que en silencio esperaba que, en el final anunciado, hicieras muchas cosas para mostrarme que podía dar el salto...que quería saltar. Nunca te dije que me sentía insuficiente para alguien como tú, que mucho de lo que me impedía moverme era pensar que tal vez no podía ser lo que el mundo tiene para ti; nunca te dije que sentía que no te merecía. Y lo siento.
Pensar estas cosas me tomó todo este tiempo, pero hoy quiero saltar. No te tendré nunca más y eso lo sé...y aunque la última vez me dijiste que me amabas y sabes también que te amo, también soy consciente de que no siempre el amor es suficiente. No quiero ahogarte de nuevo en mí, no quiero que huyas y corras porque me acerco demasiado...pero, seamos sinceros, nunca te has ido tampoco y cada noche es un recordatorio de ello, cada vez que te veo ahí en la mitad de mis terribles noches, esa pequeña paz llega a mí como un bálsamo tranquilizante.
Si he de conformarme con escribirte y que me leas, será suficiente para mí. Tal vez esta sea la forma que tenemos de bailar tú y yo, bajo nuestro cielo estrellado, dentro de las paredes de ese hogar del que hablamos alguna vez. Tal vez, y sólo tal vez, esta sea la forma de que uno de los vínculos más hermosos que he tenido en mi vida no desfallezca en la espesura de los recuerdos pasados, engullido por las fauces terribles del paso del tiempo.
No espero mover montañas, pero, espero que al leerme al menos puedas sentirme y verme un poco más. De nuevo.
Tuyo siempre.
S.
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